Una vida nueva
Tengo 52 años, 3 meses y 5 días y
si hoy puedo decir que por primera vez en mi vida se lo que es un orgasmo, lo
que es sentir un gran, magnífico y espectacular orgasmo.
Mi vida no ha sido fácil, me casé
con 18 años recién cumplidos, mis padres me habían criado y educado para vivir
dependiendo de un marido que “llevara la casa”. Hasta hace muy poco he estado
casada con Julio y solo he conocido a un hombre en la cama.
Con mi ex-marido la relación era
complicada y un tanto machista; yo me encargaba de barrer, planchar, fregar,
cuidar de las niñas, cocinar, hacer la compra, … también trabajaba en un
colegio como cocinera y limpiadora,…. en fin me encargaba de todo, y
queridísimo únicamente se preocupaba de ir a trabajar a la fabrica, tomar la
cervecita en el bar del barrio después del trabajo, y cuando llegaba a casa
encontrarse el plato puesto en la mesa y tener sexo cuando y como le apetecía
al señor.
Nuestra vida sexual básicamente consistía
en que cuando al él le picaba el miembro, me tumbaba en la cama, hacía su trabajo hasta que se saciaba (siempre
en la postura del misionero) y cuando le venía en gana yo tenía que practicar
sexo oral, especialmente en los últimos años parece ser que con la edad su
capacidad sexual iba disminuyendo y necesitaba un extra para satisfacerse.
Hasta hace poco; como no he
conocido otro tipo de vida; lo veía muy normal pero hoy no pienso así, por fin
he abierto los ojos, se lo que es vivir, disfrutar y por supuesto sé lo que es
un gran y magnífico orgasmo J
Tras la ruptura sentí como mi
mundo se venía abajo, me pasaba los días sentada en el sofá pendiente de que
sonara el teléfono y fuera Julio para decirme que se había dado cuenta de lo enamorado
que sigue de mí y que ha dejado a la mujer responsable de nuestra ruptura; esa
llamada nunca llegó solo era fruto de mi maldita ilusión.
Gracias a mis hijas especialmente
a mi dulce y tierna Cris, pronto conseguí salir adelante. Ellas hicieron que mi
depresión solo se quedara en días lejanos recordados por momentos de simple tristeza
pasajera.
Mi hija mayor, Cristina, tiene 34
años y actualmente tampoco tiene pareja. Alguna
vez hemos salido juntas a una discoteca de música latina llamada Sabor de bachata.
Allí es donde conocí a aquel
maravilloso latino mulato, cuyo nombre prefiero no mencionar, que en mi
imaginación me ha hecho sentir como la mismísima Celia Blanco protagonizando
una película porno con Nacho Vidal pero en morenito.
Convencida por mis hijas empecé a
ir todos los viernes a clases de baile para distraerme y conocer gente nueva.
La música y el baile me hacen
olvidar los momentos amargos de mi vida por un instante y sentirme con ese
nervio y energía como si tuviera 20 años otra vez.
Mi profesor es Ernesto tiene 39
años y un cuerpo que quita el hipo es moreno de piel de madre mulata y padre de
raza blanca; no es muy alto pero tiene una sonrisa de las que enamoran, lástima que Ohiane, su novia trabaja de camarera en
la discoteca y se pasa la clase controlándole.
Ohiane es la típica chica 10, si
fuera lesbiana o un hombre querría tirármela sin pensármelo dos veces. Su
mirada verde intensa y su melena larga y rubia la hacen aún más atractiva; quizás
no tiene unos pechos muy abundantes pero decorados con esos escotes de vértigo
que suele llevar es imposible que nadie se fije. Te dan ganas de no ponerte a
su lado para no sentirte ridícula. Es un poco celosa pero lo de demás es un
amor. Y a pesar de saber que está buena no se le ha subido a la cabeza, es más,
odia a los moscones.
Hoy tengo clase, es un viernes
lluvioso y frío, y llego tarde por culpa del temporal.
Por no ser puntual me he quedado
sin pareja de baile, así que me tocará bailar con Ernesto, por un lado me
alegra porque así sé que voy a aprender más, aunque me da un poco de vergüenza
ser el centro de atención de toda la clase.
Con las prisas ni siquiera me he
fijado en nada; para el primer paso estoy dándole la espalda al profesor… Su
perfume desprende un olor increíblemente excitante, ha cambiado de perfume
porque es diferente a otros días.
Me coge de las manos y empieza a
acariciar la palma de mis manos frías con los dedos pulgares. ¡Uyy! Pero si
estas manos no son las de Ernesto, o ha tomado muchos rayos uva, jaja; además
son más suaves y delicadas.
Sigo dándole la espalda, empieza
a hablar por el acento debe ser un chico cubano con una voz grave y profunda,
por lo que dice Ernesto no ha venido porque tiene una gripe de ´abuelito
cascarrabias´ como suele decir a veces para bromear.
De repente me gira para empezar
la coreografía de la clase y me quedo perpleja del bomboncito que tengo delante
de mí.
El profesor sustituto tiene la
mirada más intensa y erótica que he visto nunca, es mulato oscuro y no es
especialmente guapo pero es la persona más atractiva y morbosa que he visto
jamás.
Nos quedamos los dos mirándonos
fijamente y yo me quedo paralizada. ¡¡Joder!! Nunca he tenido tantísimas ganas
de besar a alguien como en este momento.
Por fin consigo balbucear tartamudeando:
Eres profesor nuevo tú…? Ttt…tu nn…no…no…nombre? Yo Anais, tu? Me siento tonta,
tartamuda y jau digo india.
Me mira extrañado y me dice que se
llama Ángel y que si soy nueva bailando… Definitivamente ha pensado que soy
tonta L
Según va trascurriendo la clase, y
poco a poco sube la temperatura entre los dos.
Intento bailar lo más sensual que
soy capaz, no sé porqué pero quiero impresionarle como sea; en uno de los pasos
me tiene agarrada de la cintura y no puedo evitar bajarle la mano poco a poco
haciendo olas y de la forma más disimulada posible hacia mi trasero, al darme
la vuelta me acaricia levemente la zona próxima al monte de vénus, y noto un
abultamiento en mi trasero cuando me abraza por la espalda. ¡Qué bien! Parece
que mis esfuerzos están dando resultado.
La clase solo dura una hora pero
se empieza a hacer interminable, ya que acabo de darme cuenta que estamos en
medio de la clase y está todo el mundo mirándonos… En estos momentos solo puedo
pensar ¡¡Tierra trágame!! Pero con este bomboncito a mi lado, por favor.
Al terminar la clase, me quedo
delante de él como una ilusa esperando que me diga algo pero no es así. Se
acercan algunas compañeras a hablar con él, así que decido ir a la barra a
beber algo; tanto ajetreo me ha dejado la boca
seca y un tanto exaltada.
Le pido a Ohiane una tónica,
mientras me la sirve me quedó pensando cuantísimo tiempo llevo sin tener sexo
con nadie ni con nada; me compré un masturbador en una reunión tupper sex a la
que fui con unas amigas de mis hijas pero llevo tiempo sin usarlo.
Ohiane no me ha debido que
escucharme bien porque me ha puesto un gyntonic en vez de tónica, y además está
bien cargadito, pero como tengo sed y la barra está hasta arriba por no
esperar, me lo bebo de apenas 2 tragos.
Le hago un gesto para que prepare
otra; aunque esta copa decido tomarla más tranquila.
Veo que mi bomboncito está en la
barra, el gyntonic empieza a hacer efecto, y pienso en los consejos de mis
hijas cuando me dicen “Mamá no puedes estar esperando hasta que andes con
bastón, para que se acerque el hombre de tu vida, así que si te fijas en
alguien y ves buenas señales, no lo dudes ataca antes de que te lo quite una
lobona”.
Preparo mi mejor sonrisa, con
copa en mano y tragándome la vergüenza, me acerco:
- ¡Hola! Gran clase la de hoy, aunque Ernesto es bueno, no le he echado de menos.
- Hola, muchas gracias. Uno hace lo que puede, Ernesto es un gran amigo desde hace mucho tiempo, no se puede ni levantar de la cama y menos mal que me llamó su chica porque si es por él hubiera venido.
Hemos estado charlando un buen
rato, riéndonos, bailando, y bebiendo; pero cuando pienso que entre él y yo
puede haber algo más, me dice que se le ha hecho tarde y se despide hasta otra
y sin más se va…. Ni siquiera me ha pedido el número de teléfono, ni me dice
que le apetece verme otro día.
Mi autoestima se queda en el subsuelo del centro
de la tierra, y estoy abatida. Al haber bebido me siento aún más vulnerable que
si el rechazo hubiera sido estando serena.
Creo que por hoy es suficiente,
ya es hora de marcharme a casa a dormir. Seguro que
vendrán días mejores.
Cuando estoy en el parking
buscando las llaves del coche, viene Ohiane corriendo detrás de mí.
- ¡¡Anais!! ¿Te importa si te acerco a casa? Has bebido, y mi turno ha terminado ya. Mañana si quieres volvemos a por tu coche.
Tiene razón, además yo nunca
conduzco si bebo, así que acepto.
Es una mujer guapísima por dentro
y por fuera, cualquiera hubiera ido a lo suyo sin preocuparse por nadie.
Camino a casa en el coche, le
cuento lo de esta noche y ambas empezamos a bromear sobre los hombres casi
gritando ya que el volumen de la radio está muy alto.
Cuando llegamos a casa al
despedirme de ella, me da un beso en una mejilla pero al pasar a la otra
mejilla sus labios pasan muy cerca de los míos casi rozándolos, y casi sin
pensármelo me acerco aún más y le doy un beso espontáneo que se convierte en largo
y húmedo cruzando nuestras lenguas deseosas. Empieza a acariciarme un pecho por
encima de la ropa como nadie lo ha hecho nunca, cada movimiento de su mano hace
que mis pezones se pongan más erectos por momento. Siento como mi clítoris
empieza a arder y con increíbles deseos de que me lo toque, seguro que ella
siente algo parecido así que bajo la mano y empiezo a moverla tal y como a mí
me gustaría que me lo hiciera.
Me besa el cuello, bajando cada
vez más retirando la camiseta con sus delicadas manos.
Me siento mal, estoy muy excitada,
pero ella, en fin, es una mujer.
- ¡Para! ¿Qué estamos haciendo?
- ¿No te gusta?
- Me encanta, pero… eres una mujer.
- Lo sé, por eso mismo puedo hacer que disfrutes más en 3 segundos de lo que haría cualquier hombre en toda una vida. Anais, eres muy atractiva y desde que te vi no he podido quitarte de mi cabeza imaginando como hacerte estremecer de placer.
- ¡No me digas eso!
- Te lo haría aquí mismo, pero si no quieres que mañana hablen de ti todas las vecinas, es mejor que subamos a casa.
- No sé si me arrepentiré de esto el resto de mis días, pero vale subamos ya y acabemos con este suplicio que me arde por dentro.
Estamos en el ascensor subiendo
hacia el séptimo piso, me siento muy rara quizás porque tengo un conjunto de
sensaciones muy diferentes. Por un lado me siento como si fuera virgen, siento
mucha vergüenza, miedo a lo desconocido e incluso temor por si no lo hago bien;
por otro lado me siento excitadísima con tan solo un beso y una caricia ha
conseguido que tenga sensaciones inimaginables para mí, también me siento como
una jovencita haciendo una trastada y me encanta...
Ohiane interrumpe mis
pensamientos cuando me susurra al oído que no me preocupe y que si en algún
momento no estoy cómoda pararemos.
Cuando estamos llegando me da un
muerdo en la oreja agarrando mi trasero y eso me excita aún más.
Estoy tan nerviosa que cuando
llegamos a casa, le digo que si quiere tomar unas lentejas que me sobraron
muchas al mediodía, ella se ríe a carcajadas negando con la cabeza, me pregunta
si tengo aceite de masaje, eso me relajará.
Estamos sentadas en el sofá, me
quita la camiseta negra con brillantes que llevo puesta y empieza a acariciar
mi espalda desnuda impregnada con el aceite. Sus manos pequeñas y expertas se
mueven por mi cuello, bajando por la espalda, rodeando mi cintura, abdomen,
pechos… Acaricia mis pechos resbaladizos y siento suaves pellizcos en los
pezones mientras va dejando un camino
mordiscos y lametones que van desde la espalda al cuello…
Ya no puedo más, me doy la vuelta
y le doy un beso ansioso de sexo, permanecemos besándonos y tocando todas las
partes de nuestros cuerpos un buen rato.
Recuerdo que en mi habitación a
parte de mi masturbador tengo un pene vibrador que me regalaron las amigas de
mi hija en aquella reunión y que todavía está sin estrenar.
Lo enciendo y lo coloco entre sus
pechos mientras averiguo que mi lengua también puede ser juguetona, e
introduzco el dedo en su ser…
Me empieza a lamer la comisura de
los labios y va bajando poco a poco deleitándose en cada lunar de mi piel; el
recorrido del tren del placer finaliza
cuando llega a mi sexo donde se recrea aún más. Es increíble, sabe en cada momento lo que necesito para gozar más.
Coge el vibrador lo lubrica y
cuando le veo las intenciones tomo las riendas y empiezo a introducírselo en el
ano poco a poco, acariciándole las nalgas.
Con el vibrador dentro empieza a
gemir mientras yo me encuentro semitumbada en el sofá y estoy poseída, siento
un nervio por dentro que quiere salir, que necesita salir… Entonces Ohiane no
espera más me introduce el pene de silicona que por cierto en esta ocasión no
hace falta lubricar y realizando movimientos lentos y dolorosos mientras su
suave lengua sigue trazando dibujos en esa zona que a toda mujer nos gusta
tanto.
Ambas tenemos una sensación tan
placentera como excitante. Nos dejamos llevar y
es entonces cuando llega el gran, magnífico y espectacular orgasmo que nunca
jamás he podido experimentar hasta ahora. Todos mis músculos se contraen y
después tengo una sensación de paz y tranquilidad inmensamente agradable y por
lo que puedo fijarme, a ella le ocurre algo parecido.
Permanecemos ambas sudadas
abrazadas durante un buen rato, y no recuerdo nada más.
Al día siguiente cuando nos
despertamos mi sentimiento de culpa y temor no me deja pensar con claridad pero
Ohiane actúa como si no hubiera ocurrido nada.
Desayunamos juntas, hablamos como
amigas de nuestras cosas, eso hace que
me sienta algo más cómoda; cuando se marcha me da un cariñoso beso y me
dice que no le dé muchas vueltas y que disfrute y viva sin más
Siento mi sexualidad muy definida
y estoy segura que no me gustan las mujeres pero Ohiane es distinta a todo el
mundo; jamás tendremos una relación pero me ha hecho descubrir un mundo de
sensaciones y placeres nuevo.
Suena un whatsapp, leo incrédula
mientras una leve sonrisa se dibuja en mi cara, me ha propuesto un encuentro
con ella y Ernesto.
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Un encuentro inesperado
Lo mejor de estar soltera es no tener que borrar las conversaciones de whatssap. Reconozco que cuando paso tiempo sin verle, releo sus mensajes y me excito recordando los encuentros que desde hace ya años tengo con el....
Marcos, es lo que yo llamo un “fijo discontinuo”. Uno de esos tíos que si te dicen ven, tu lo mojas todo. Es guapo, muy guapo y es de los que se ponen feos mientras te lo hacen y me mira embrutecido con cara de animal. Me vuelve loca tener sexo con el. Me tumba, me sienta, me levanta, me da la vuelta, se arrodilla ante mi y me percute sin parar. Disfruto cada beso, cada embestida, cada roce con su piel y porque no decirlo, las guarradas que me dedica al oído.
Nuestra relación se resume en encuentros esporádicos en su coche en los que nos damos un sexo sucio sin prejuicios durante horas, hasta que mis piernas temblorosas y llenas de moratones piden tregua. Entonces me deja en casa, un beso sin lengua y un “hablamos” es la despedida. Bajo del coche con cara de “felichidat” y al mirarme en el espejo del ascensor, veo el rimel corrido y se me escapa una sonrisa al ver los nudos que se me han formado en el pelo.
Pues bien, ya hacía casi 2 meses que no nos veíamos. Nuestro contacto se limitaba a mensajes subidos de tono que sólo hacían que tuviera aún más ganas de verle. No sé como lo hace pero consigue que me estremezca de placer sin tenerle delante.
El caso es que el pasado fin de semana, mis amigas y yo decidimos salir a ver si la fauna ibérica masculina estaba receptiva. Y entre mojito y gin tonic noté una mirada. Una especie de Quim Gutierrez de “Fuenla” de 1,80 cm
Me encantó; Ese dios con perfil griego llamado Álex, era perfecto y además no paraba de lanzarme señales. Lo único que podía pensar en ese momento era: “ Por favor diosito, que le huelan los pies o que la tenga pequeña porque sino me enamoro”.
No sé si fue el alcohol que hizo de las suyas o las 3 semanas de abstemia sexual que llevaba en el cuerpecito, que cuando me quise dar cuenta le estaba comiendo la boca a aquel tío con cara de empotrador.
Dicen que los ojos nunca mienten, pues bien, su mirada me decía que me iba a matar de placer, y no mentía. Me agarró fuerte de la muñeca y me sacó del local. Ya en el coche, mientras conducía, comenzó a desabrocharme los botones de la camisa; El contacto de sus dedos en mis pezones me hizo gemir. La sonrisa que se le escapó al verme disfrutar, me excitó aún más. Subimos en el ascensor poniéndonos a mil. Su miembro erecto apretándome la entrepierna, pedía a gritos salir de ese pantalón. Entre besos húmedos y leves mordiscos en el lóbulo, abrió la puerta de su piso y nada más llegar me empotró contra la pared, me subió la falda, me apartó a un lado las bragas e hizo que mi único punto de apoyo fuera su miembro. Sus embestidas me hicieron desear que aquello no acabara nunca.
Estábamos tan excitados, disfrutando de aquel sexo salvaje, que no escuchamos llegar a su compañero de piso.
Realmente no sé cuánto tiempo estuvo observando, estaba tan entregada a aquel momento de lujuria que aunque noté su presencia, mi cabeza que palpitaba de placer, no daba para más.
Cuando su mirada lasciva se clavó en la mía, le reconocí.
En ese momento pensé fingir un ataque epiléptico para salvar aquella situación tan incómoda, pero vi la cara de excitación y sorpresa de Marcos y me dio por reír.
Como un cervatillo recién nacido que se tambalea mientras intenta ponerse en pie por primera vez, me coloqué las bragas y la falda muy dignamente.
Mientras se saludaron con un choque de manos, Marcos no dejaba de mirarme con cara de
pervertido. Se paró frente a mí durante unos segundos, pasó su mano por mi cara hasta acariciar mi pelo y me dio un suave mordisco en el labio inferior que terminó en un beso. Cuando nos despegamos, me susurró al oído que si yo quería, podíamos hacer que aquel encuentro inesperado lo aprovecháramos los tres. Y yo que tengo la decencia justa para pasar el día decidí que las mejores locuras no son las que se hacen por amor, sino por vicio.
Antes de que pudiera darme cuenta, Marcos jugaba con su lengua dentro de mi boca, mientras me bajaba el sujetador con sus manos calientes hasta dejar mis pechos libres. Los miró con deseo y comenzó a chupar suavemente mis pezones erectos. Estaba excitándome cada vez más, cuando noté a Álex detrás de mi. Sentí su respiración agitada en mi nuca, mientras apretaba su erección contra mi culo. Mi cuerpo ardía de placer mientras la cabeza me daba vueltas, creía que me iba a desmayar en cualquier momento y aquello solo acababa de empezar.
Entre besos, lametones y caricias llegamos al dormitorio. Una vez allí, me sentaron al borde de la cama y fueron quitándome la ropa. Marcos se arrodilló y comenzó a tocarme por encima de la braga mientras me recorría a besos. De repente, abrió mis piernas sujetando mis rodillas con sus manos y comenzó a devorarme. Álex nos observaba mientras se desnudaba. Se puso a mi lado, de pie, sujetó con fuerza mi cara y me susurró “quiero que me la comas”.
Comencé a tocarle lento pero intenso. Sin dejar de masturbarle, me puse a 4 patas sobre la cama y comencé a lamerle los huevos, chupé hacia dentro y los empapé. Mi lengua no dejaba de moverse de un lado a otro, haciendo que se estremeciera de gusto. Me lleve su glande hacia mi boca despacio, mientras el ladeaba la cabeza de placer. Comencé chupándola fuerte y así seguí, sin dejar de mirarle, hasta que el me separó, me miró durante unos segundos y me besó con fuerza. Mientras se la sujetaba, me agarró del pelo y volvió a introducirla en mi boca. “Mírame, no dejes de mirarme” me decía, y ahí estaba yo, follándole, sólo con la mirada.
Mientras tanto, Marcos se recreaba en mi sexo. Me lamia con fuerza mientras sus dedos se
adentraban en mi con delicadeza. El movimiento circular de su lengua hacía que me latiera el corazón en el clítoris. Aquello causaba en mi una sensación como de flotar, pero antes de estallar de placer, Marcos paró, se colocó un condón y comenzó a embestirme con fuerza. No podía parar de jadear. Tampoco quería. Sabía que mis jadeos le encantaban.
Todo paró de repente. Vi una mirada cómplice entre ellos. Una sonrisa. Entre los dos me agarraron, y me llevaron hasta el pasillo. Pronto entendí todo. Había un espejo que iba desde el suelo hasta el techo. Álex se tumbó en el suelo, y yo, sin pensármelo dos veces, me senté encima de él. Cuando me quise dar cuenta, tenía en mi boca el sexo de Marcos. Miré al espejo, y aquella imagen me hizo estremecer. Sentir a los dos dentro de mi, haciéndome suya, dándome placer y ver sus caras, embrutecidas, disfrutando cada poro de mi piel, me ponía mucho.
Sin previo aviso, Álex, se arrodilló, me puso a 4 patas y sus arremetidas comenzaron a hacerse más profundas aún, más rápidas, y supe que necesitaba correrse ya. Me agarraba de la cintura y me apretaba contra él como si quisiera atravesarme. Pronto noté esos gemidos que son la antesala de un buen orgasmo. Con la llegada de su éxtasis pensé que mi trío ya había acabado y que a partir de ese momento disfrutaría sólo con Marcos. La sorpresa fue mayúscula cuando Álex, se colocó debajo de mis piernas y comenzó a lamer mi sexo. Noté como su semen, que antes había estado dentro de mi, iba resbalando por mi muslo y por su cara. A él, no le importaba.
Mientras me recreaba en Marcos y su miembro, la lengua de Álex no dejaba de moverse dentro de mí cada vez más rápido. Era delirante aquella posesión de nuestros cuerpos. El placer de tener un buen miembro y una lengua dentro de mí, hizo que me corriera en muy poco tiempo. Mientras mi momento de placer extremo sucedía, Marcos me follaba, y Álex, disfrutaba con cada gota de mi orgasmo resbalándole por su cara, su boca, sus labios…
Sabía que Marcos no iba a tardar en correrse así que quería que él disfrutara como yo había disfrutado con ellos. Me dí la vuelta, le miré a los ojos, y no nos hizo falta hablar. Él se levantó, y comenzó a masturbarse, sin dejar de mirarme con su sonrisa pícara. No podíamos apartar la mirada el uno del otro. Era como si no existiese nada mas a nuestro alrededor. Sus gemidos se hicieron más profundos, más rápidos, y supe que iba a terminar.
Lo siguiente que recuerdo son nuestros cuerpos sudorosos tirados en el suelo: tres cuerpos casi inertes, después de la mejor sesión de sexo que habíamos tenido en la vida. Probablemente lo que olvidé, sólo fueron unos minutos, aunque quizá fueron horas. No sé qué paso, y tampoco sé si quiero saberlo.
Y ahí nos quedamos, tirados en el suelo del pasillo. Exhaustos. Respirando acompasados hasta quedarnos dormidos
Pues bien, desde el sábado tengo la espalda como la de una bisabuela de 90 años, más doblada que un chino agradecido,con más cardenales que en el vaticano pero estupendamente follada.
Moraleja: Disfruta sin tapujos ni prejuicios, que en el sexo despreciar es lamentable
Fdo: A. Meyers
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Una visita inesperada
Octubre del 2013.
Miguel que asi se llama nuestro hombre, tiene 32 años, 1'78 cm de altura, delgado, con un cuerpo definido, músculos marcados, pectorales grandes y duros. Su trip...a que quita el hipo, esa tripa tenía unos músculos en forma de tableta de chocolate. Pelo corto, rubio. Su cara que hace referencia a un romano de época, con una barba de tres días.
Miguel se dedica a instalar de electrodomésticos. Todos los días reparte e instala cuatro o cinco lavadoras en casas de gente muy normal. Pero este día iba a ser diferente. Todo comienza con una llamada rutinaria a un cliente como otras tantas que hace.
Miguel empieza a llamar por teléfono; marca y el móvil empieza a dar tono;
-Rinnn, rinnn....
-Sí, dígame.
-Pregunto por Sara Bueno.
-Sí, soy yo.
-Buenos días, soy el instalador, ¿va a estar usted en casa ahora?,
-Sí, hoy no tengo ningún plan, voy a estar toda la mañana. Responde Sara.
-Ok, pues en treinta minutos estoy allí. Dice Miguel.
Sara, una chica soltera, 30 años, 1'65 de altura, 56 kg, un cuerpo no muy delgado pero si muy sensual. Morena, con un cabello largo que le llega hasta los hombros. Ojos claros, azules, de esos que enamoran. Cara fina, delgada, una piel clara, brillante, se ve que se cuida.
Pechos grandes, una cintura estrechita, unas piernas firmes y muy sexys.
Sara lleva puesto un camisón largo que la llega por debajo del culo.
Sarita, que así la llaman, prepara café para desayunar. Mientras se está haciendo suena el timbre. Allí estaba Miguel, solo, con la lavadora nueva. Sara le abre la puerta, se presentan y durante unos segundos después se quedan los en silencio, el agacha la mira rápidamente y le echa un vistazo muy rápido. Ella hace lo mismo pero algo mas disimulado.
Miguel le dice que le enseñe la cocina. Sara le lleva hasta el lugar donde tiene que poner su lavadora nueva, pero antes a de desconectar la vieja.
Miguel saca su herramienta y se agacha debajo del fregadero donde allí se encuentra la llave de paso del agua y el enchufe. La llave está en mal estado y dura de cerrar. Pero él que está fuerte consigue cerrarla. Agachado y semitumbado debajo del fregadero Miguel, le pide a Sara que compruebe que no hay agua en el grifo. Sara se acerca y se pone al pie de él y sin querer le roza con la pierna. Miguel alza la mirada y sin poder evitarlo observa que la chica no lleva ropa interior. Sara agacha la cabeza y ve una mirada sonriente que se dirige hacia su parte más intima. De repente algo empieza a palpitar dentro de los pantalones de Miguel, unos pantalones azules oscuros, cómodos, ya que son de trabajo.
Sara se aparta, pero en su interior se siente alagada de aquella situación. Le pregunta si quiere un café recién hecho, Miguel responde que sí.
Inmediatamente se pone en pie, y allí estaba él, con su miembro erecto, aquello era imposible de ocultar. Intenta disimular pero no lo logra. Sara se percata de aquello, se sonríe , le mira; se miran. Parece que se gustan. Y sin mediar palabra alguna, Sara se acerca a él, le agarra la cara y le da un beso en los labios a Miguel.
Miguel se queda perplejo, con los ojos sobresaltados, pero responde bien y se lo devuelve poniendo sus manos en la cintura y poniendo más intensidad en aquel beso.
La cosa se va calentado,
Empiezan a acariciarse, se rozan, se frotan…
Miguel, la empieza a besarla por el cuello, acompañado de caricias por la espalda de Sara.
Delicadamente le sube el camisón, quedando casi desnuda. Miguel pone sus manos en culo de Sara y bruscamente pero sensual, la aprieta contra su miembro.
Sara le quita la camiseta y acaricia su espalda, sus hombros musculosos, sus pectorales…
Seguidamente Miguel empieza a descender besando y jugando con su lengua los pechos de Sara. Las respiración de ella aumenta. Sin pensarlo más, Sara introduce su mano dentro del calzoncillo de Miguel, agarra su pene, acaricia sus testículos. Miguel está muy excitado y se desviste totalmente, seguidamente termina por quitarle el camisón, coge a Sara de la cintura y la sube en aquella lavadora nueva. Sara abre las piernas y Miguel se acerca, y con su miembro va rozando el clítoris de Sara. Los besos se suceden, las caricias no paran, los suspiros y gemidos de ambos son más frecuentes.
La vagina cada vez está más húmeda. Sara no puede más, agarra aquel pene, y se lo introduce.
Los dos simultáneamente se muerden los labios de placer y se miran a los ojos.
Miguel, suavemente, saca e introduce su miembro dentro de ella.
Sara se inclina hacia atrás, Miguel empieza a dar más intensidad a aquel movimiento, intercambiando con sutiles golpes de cintura.
Sara empieza a tener mucho calor dentro de su vagina, los gemidos se suben de tono, la respiración se empieza a entrecortar. Miguel al mismo tiempo nota una presión formándose en su pene. Y finalmente tras unos siete minutos de intensidad y pasión... Sara y miguel llegan al clímax.
Los dos se quedan con los ojos en blanco, algo mareados. La respiración de ambos empieza a calmarse. Miguel le abraza mientras besa suavemente en el cuello de ella. Sara hace lo mismo. No se dicen nada. No tienen palabras para explicar que había pasado en aquella cocina.
Miguel se aparta, Sara se baja de aquella máquina y se va a su dormitorio.
Miguel se viste, y termina la instalación mientras piensa en ella. En aquella cocina había pasado algo más que sexo. No se lo podría creer.
Termina su trabajo, recoge su caja de herramientas, llama a Sara, pero ella no responde. Sara se echó en la cama para relajarse, pero con tan mala suerte que se quedó dormida. Miguel al ver que no hay contestación, se marcha. Tenía que seguir con su jornada laboral.
A las dos horas, Sara se despierta, se levanta y dirige a la cocina. Ya no estaba ese chico, pero si su lavadora nueva puesta en su sitio, aunque aquello le daba lo igual, solo quería ver a miguel.
Tras unas horas dudas e intriga, coge un martillo y empieza a golpear su maravillosa lavadora. Ahora ya tiene un motivo suficiente para que regrese aquel técnico que le hizo especial.
Sara coge su móvil y busca la última llamada entrante, aprieta en rellamada y suena...
-Rinnn, rinnn.
-Hola Sara, dime.
-Mira, no sé qué le pasa a la lavadora pero no funciona. Dice Sara.
-Mira Sara, te voy a confesar una cosa, la lavadora no te funciona, porque la he estropeado yo adrede.
Moraleja:
Laves a máquina o laves a mano...
Llama al técnico.
FDO: Rafa Ballesteros
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Empieza mi vida
Todavía no me podía creer que Marta me convenciera para asistir a esa dichosa reunión tupper sex, ella permanecía anonadada escuchando a la asesora con sus explicaciones pero yo estaba un tanto incómoda podía sentir los cuchicheos en el ambiente, aunque hasta yo me sorprendía la puritana del barrio en una reunión de esas. ¿o quizás me estaba obsesionando con el tema?.
De pronto la chica de mi lado con una sonrisa pícara me pasa un pene, con un sentimiento de vergüenza y repugnancia lo cojo sin apenas tocarlo y se lo doy rápidamente a Marta. Ella con toda naturalidad lo toca, lo mira, pregunta a la asesora, comprueba sus velocidades…. En fin creo que este tipo de temas no están hechos para mí.
Por la noche al llegar a casa, la encuentro vacía y rompo a llorar Kike (mi novio de toda la vida) se marchó y me cuesta acostumbrarme. Decido darme un baño relajante y empiezo a pensar en la reunión ¿Será cierto que existan tanta ventajas sobre la masturbación? Y esos lubricantes comestibles, por Dios ¿quién será capaz de usar eso?.
Sin casi pensarlo me toco, ¿pero que estoy haciendo? Siento una mezcla de deseo pero a la vez nervios y rara me siento muy rara, aunque parezca mentira nunca jamás me he tocado a mí misma. Creo que tocarme no va conmigo y aunque me he quedado un tanto excitada, termino de bañarme y marcho a dormir mañana me espera un largo día de trabajo.
Al día siguiente llamo a la asesora; si es que… si no tiré la tarjeta fue por algo por mucho que me intente autoconvencer, como un pene me parece demasiado atrevido, tras mucho pensarlo le he pedido un estimulador y ante todo le he pedido máxima discreción si alguien se entera me muero de vergüenza…
Paso todo el día en el trabajo impaciente deseando que llegue la noche, por más que miro el reloj las horas no pasan, hoy me voy a dar un caprichito total aunque ya no estoy con Kike tengo derecho a satisfacer mis necesidades, parece increíble pero es lo que estoy pensando.
Vuelvo a la misma escena de anoche estamos en la bañera el vibrador y yo mirándonos cara a cara, vuelvo a tocarme esta vez no siento tanto pudor supongo que es porque llevo todo el día premeditándolo, no solo no me da pudor si no que al sentir la yema de mi dedo en mi clítoris no puedo evitar soltar un leve gemido y me noto mas resbaladiza.
Decido encender el vibrador me produce un cosquilleo muy agradable que pasa de la relajación a la excitación total e y lo introduzco en mi interior haciéndome sentir de forma casi instantánea una sensación de éxtasis sin poder evitar soltar una bocanada de aire cuyo gemido me lleva a una relajación todavía mayor que la del principio.
Al final va a ser que esto de la masturbación tampoco está tan mal, jijiji
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Un tarde de viernes
20:45 horas, camino a casa después de todo un día trabajo pero es viernes ¡qué ganas de pasar el fin de semana con mi chica!
Llego a casa y ahí me la encuentro tirada en el sofá comiendo pipas y viendo uno de esos malditos ...programas de marujeo; ni siquiera desvía la vista del televisor para decirme vagamente un hola desganado…
Me paro a observarla, ¿en qué momento se dejó de cuidar? No parece la chica de la que me enamoré perdidamente hace ya 9 años.
-¿Qué hay de cena?-
- Pedimos una pizzas cari, no me apetecía nada cocinar, es que Jorge Javier ha anunciado un notición, madre mía la noche está que arde.-
¿Y para esto estoy deseando de salir de trabajar?
Voy a tirar la basura y de paso a ver si veo a algún amigo para echar alguna cerveza y por lo menos hago algo medianamente pasable.
Miranda que sigue sin apartar la vista del televisor me dice,
- Espera Óscar-,
- Dime amor- Le digo entusiasmado pensado que quizás, me diga que vayamos juntos a cenar fuera o algo así.
-Tráeme pipas, anda-
Después de tirar la basura y comprar las dichosas pipa, paso por el bar, no hay nadie… Me espera otro aburrido fin de semana por delante; aun así me tomo una caña paso de subir a casa tan pronto con el panorama que me voy a encontrar. Después de una caña va otra, y otra, y otra… y cuando estoy lo suficientemente chispado decido salir del bar.
Cuando estoy esperando el ascensor, noto que voy más perjudicado de lo que creía, y aparece ese pedazo de bombón que tengo de vecina, madre mía que cintura, que piernas, que pechos…
Apenas balbuceo un hola seco, con mirada de baboso, esa que tanto odiaba cuando algún borracho se acercaba a mi chica en cualquier pub.
-¡Hola vecino! ¿Qué tal?- Me contesta; tiene mirada tan dulce y expresiva, me recuerdan a mi novia cuando empezamos.
Al entrar al ascensor como he bebido un poco más de la cuenta, doy un traspié y sin querer choco con ella por la espalda, no recordaba que se me empalmara tan rápido.
Uff espero que no se me note…
Pulso mi piso y el suyo y prefiero mirar al suelo, si no se me van a ir los ojos yo sé donde, y paso.
Llegamos a su piso, hago un gesto torpe para intentar sujetarle la puerta mientras sale del ascensor y ni que lo hubiera hecho adrede le rozo el trasero. Se para, me mira fijamente y me dice con una sonrisa traviesa – ¿Te pasa esto normalmente?
– ¿El qué? –
Hace un gesto levantando el dedo, mientras echa una carcajada pícara y excitante muy excitante.
Cuando me quiero dar cuenta estamos en su salón, besándonos húmedamente y sobándonos como si fuéramos quinceañeros, empieza a bajar la mano delicadamente hasta que me roza de forma muy suave toda la entrepierna eso me pone más aun todavía. Baja la cremallera de mi vaquero que ya está a punto de estallar, me baja los pantalones. Y de repente se detiene…
¿Pero qué hace? Ahora no me puede dejar así…
Abre un cajón del armario empieza a rebuscar hasta que coge un bote de lubricante de color rojo, se acerca me acaricia el cuello, me besa y me dice - tenemos un problema, pensé que me quedaban condones-, -pero… si quieres puedo recompensarte.-
Me da un fuerte empujón y caigo sobre el sofá, se desliza con una culebrilla agarrando mi pene erecto con una mano mientras con la otra echa un buen chorro de lubricante de un color rojizo.
No sé cuánto tiempo podré aguantar, empieza a masajeármelo para extenderlo bien, hasta que cuando menos me lo espero noto una sensación muy agradable y húmeda, es su suave y profunda boca, siento su lengua juguetona lamiendo cada milímetro de mí, hasta que se centra en la glande rodeándola dibujado círculos, mientras que con las manos continua con ese masaje tan resbaladizo. Ya no puedo más he durado menos tiempo del que podría imaginar, estallo con un bruto gemido de pasión en el cual expulso prácticamente todo el estrés que tengo acumulado.
Me coloca los calzoncillos, sube y abrocha los vaqueros, (que por cierto, ahora me aprietan bastante menos) Pone su cabeza a la altura de la mía, me sujeta las manos y me dice –No te preocupes, es normal que no hayas aguantado, la próxima vez prometo que haré este intenso placer sea mucho más duradero– Me da un beso, mmm sabe a cereza. –Pero que rica estás –
Cuando estoy subiendo en el ascensor, empiezo a ser consciente de todo. No me lo creo joder me he corrido con el bombón del tercero… ya verás cuando se lo cuente a estos no me van a creer jaja, también viene a mí una angustiosa culpa, como he podido hacerle esto a Miranda… Pobrecita en casa viendo sus programas de cotillas tan inocente, mi querida y amada Miranda.
– Ya he vuelto, nena –, intento disimular el medio puntillo que llevo y ese sentimiento de culpabilidad que tuve en el ascensor y que apenas permanece en mí.
– ¿Qué tal la cerveza? – ¿Has traído las pipas?
Me parece a mí que de que esto siga así voy a tomarme más cervezas como esta.
Llego a casa y ahí me la encuentro tirada en el sofá comiendo pipas y viendo uno de esos malditos ...programas de marujeo; ni siquiera desvía la vista del televisor para decirme vagamente un hola desganado…
Me paro a observarla, ¿en qué momento se dejó de cuidar? No parece la chica de la que me enamoré perdidamente hace ya 9 años.
-¿Qué hay de cena?-
- Pedimos una pizzas cari, no me apetecía nada cocinar, es que Jorge Javier ha anunciado un notición, madre mía la noche está que arde.-
¿Y para esto estoy deseando de salir de trabajar?
Voy a tirar la basura y de paso a ver si veo a algún amigo para echar alguna cerveza y por lo menos hago algo medianamente pasable.
Miranda que sigue sin apartar la vista del televisor me dice,
- Espera Óscar-,
- Dime amor- Le digo entusiasmado pensado que quizás, me diga que vayamos juntos a cenar fuera o algo así.
-Tráeme pipas, anda-
Después de tirar la basura y comprar las dichosas pipa, paso por el bar, no hay nadie… Me espera otro aburrido fin de semana por delante; aun así me tomo una caña paso de subir a casa tan pronto con el panorama que me voy a encontrar. Después de una caña va otra, y otra, y otra… y cuando estoy lo suficientemente chispado decido salir del bar.
Cuando estoy esperando el ascensor, noto que voy más perjudicado de lo que creía, y aparece ese pedazo de bombón que tengo de vecina, madre mía que cintura, que piernas, que pechos…
Apenas balbuceo un hola seco, con mirada de baboso, esa que tanto odiaba cuando algún borracho se acercaba a mi chica en cualquier pub.
-¡Hola vecino! ¿Qué tal?- Me contesta; tiene mirada tan dulce y expresiva, me recuerdan a mi novia cuando empezamos.
Al entrar al ascensor como he bebido un poco más de la cuenta, doy un traspié y sin querer choco con ella por la espalda, no recordaba que se me empalmara tan rápido.
Uff espero que no se me note…
Pulso mi piso y el suyo y prefiero mirar al suelo, si no se me van a ir los ojos yo sé donde, y paso.
Llegamos a su piso, hago un gesto torpe para intentar sujetarle la puerta mientras sale del ascensor y ni que lo hubiera hecho adrede le rozo el trasero. Se para, me mira fijamente y me dice con una sonrisa traviesa – ¿Te pasa esto normalmente?
– ¿El qué? –
Hace un gesto levantando el dedo, mientras echa una carcajada pícara y excitante muy excitante.
Cuando me quiero dar cuenta estamos en su salón, besándonos húmedamente y sobándonos como si fuéramos quinceañeros, empieza a bajar la mano delicadamente hasta que me roza de forma muy suave toda la entrepierna eso me pone más aun todavía. Baja la cremallera de mi vaquero que ya está a punto de estallar, me baja los pantalones. Y de repente se detiene…
¿Pero qué hace? Ahora no me puede dejar así…
Abre un cajón del armario empieza a rebuscar hasta que coge un bote de lubricante de color rojo, se acerca me acaricia el cuello, me besa y me dice - tenemos un problema, pensé que me quedaban condones-, -pero… si quieres puedo recompensarte.-
Me da un fuerte empujón y caigo sobre el sofá, se desliza con una culebrilla agarrando mi pene erecto con una mano mientras con la otra echa un buen chorro de lubricante de un color rojizo.
No sé cuánto tiempo podré aguantar, empieza a masajeármelo para extenderlo bien, hasta que cuando menos me lo espero noto una sensación muy agradable y húmeda, es su suave y profunda boca, siento su lengua juguetona lamiendo cada milímetro de mí, hasta que se centra en la glande rodeándola dibujado círculos, mientras que con las manos continua con ese masaje tan resbaladizo. Ya no puedo más he durado menos tiempo del que podría imaginar, estallo con un bruto gemido de pasión en el cual expulso prácticamente todo el estrés que tengo acumulado.
Me coloca los calzoncillos, sube y abrocha los vaqueros, (que por cierto, ahora me aprietan bastante menos) Pone su cabeza a la altura de la mía, me sujeta las manos y me dice –No te preocupes, es normal que no hayas aguantado, la próxima vez prometo que haré este intenso placer sea mucho más duradero– Me da un beso, mmm sabe a cereza. –Pero que rica estás –
Cuando estoy subiendo en el ascensor, empiezo a ser consciente de todo. No me lo creo joder me he corrido con el bombón del tercero… ya verás cuando se lo cuente a estos no me van a creer jaja, también viene a mí una angustiosa culpa, como he podido hacerle esto a Miranda… Pobrecita en casa viendo sus programas de cotillas tan inocente, mi querida y amada Miranda.
– Ya he vuelto, nena –, intento disimular el medio puntillo que llevo y ese sentimiento de culpabilidad que tuve en el ascensor y que apenas permanece en mí.
– ¿Qué tal la cerveza? – ¿Has traído las pipas?
Me parece a mí que de que esto siga así voy a tomarme más cervezas como esta.
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En la playa
Todo es muy extraño, me encuentro en habitación muy rara que jamás había visto está decorada con colores fuertes y vivos combinados con blanco y hay un gran ventanal desde el que se ve la playa, se puede escuchar como el mar... está enfurecido, aunque ahora mismo me da igual todo, solo pienso en lo que me estás haciendo sentir con esa elegante pluma que impregnas con unos polvos que extiendes para saborear cada parte de mi.
Me coges de la cintura para colocarme encima de ti rodeándote con las piernas comienzo a besarte el cuello, mi respiración se acelera, cada vez más acompasada a la tuya.
Cuando me doy cuenta nuestros cuerpos forman uno solo y no puedo evitar moverme cada vez más rápido aunque intento no seguir siempre el mismo ritmo.
De repente me apartas, justificando que lo haces porque si sigues así no podrás darme todo el placer que me merezco.
Nos tumbamos sobre la cama, me pones una máscara y me atas en la cama con unas esposas, mientras me dices que confíe en ti, no sabía hasta este momento que mi corazón pudiera latir a 1000 pulsaciones por minuto.
No veo nada, no puedo moverme solo puedo sentir un inmenso placer que me hace estremecer y escuchar como las olas del mar chocan cada vez mas fuerte contra las rocas de esa playa desierta; es una mezcla de una sensación muy agradable y frustrante a la vez ante la imposibilidad de moverme ni ver lo que estás haciendo.
Me quitas las esposas, pero no dejas que me quite la máscara.
Puedo escuchar como destapas un bote, y un instante después lo aplicas en mí; la sensación es muy fresquita y noto un cosquilleo, me pone como lo extiendes con las yemas de los dedos centrales de una mano mientras que con la otra me apartas el cabello para mordisquear mi oreja.
Permanecemos tumbados ambos hacia el lado derecho y acaricias mi clítoris mientras te introduces cada vez de forma más enérgica hasta que culminamos este mágico momento, aunque en mi caso he alcanzado el climax unas cuantas veces más que tu.
– Cariño, ¿estás bien?
– Estaba soñando algo.
– Espero que no fuera una pesadilla, me dice mientras me abrazas cariñosamente.
–No puedo contártelo, si lo hago no se cumple.
– Joo vas a dejarme con la duda
– Pero puedo hacer que se cumpla
Todo es muy extraño, me encuentro en habitación muy rara que jamás había visto está decorada con colores fuertes y vivos combinados con blanco y hay un gran ventanal desde el que se ve la playa, se puede escuchar como el mar... está enfurecido, aunque ahora mismo me da igual todo, solo pienso en lo que me estás haciendo sentir con esa elegante pluma que impregnas con unos polvos que extiendes para saborear cada parte de mi.
Me coges de la cintura para colocarme encima de ti rodeándote con las piernas comienzo a besarte el cuello, mi respiración se acelera, cada vez más acompasada a la tuya.
Cuando me doy cuenta nuestros cuerpos forman uno solo y no puedo evitar moverme cada vez más rápido aunque intento no seguir siempre el mismo ritmo.
De repente me apartas, justificando que lo haces porque si sigues así no podrás darme todo el placer que me merezco.
Nos tumbamos sobre la cama, me pones una máscara y me atas en la cama con unas esposas, mientras me dices que confíe en ti, no sabía hasta este momento que mi corazón pudiera latir a 1000 pulsaciones por minuto.
No veo nada, no puedo moverme solo puedo sentir un inmenso placer que me hace estremecer y escuchar como las olas del mar chocan cada vez mas fuerte contra las rocas de esa playa desierta; es una mezcla de una sensación muy agradable y frustrante a la vez ante la imposibilidad de moverme ni ver lo que estás haciendo.
Me quitas las esposas, pero no dejas que me quite la máscara.
Puedo escuchar como destapas un bote, y un instante después lo aplicas en mí; la sensación es muy fresquita y noto un cosquilleo, me pone como lo extiendes con las yemas de los dedos centrales de una mano mientras que con la otra me apartas el cabello para mordisquear mi oreja.
Permanecemos tumbados ambos hacia el lado derecho y acaricias mi clítoris mientras te introduces cada vez de forma más enérgica hasta que culminamos este mágico momento, aunque en mi caso he alcanzado el climax unas cuantas veces más que tu.
– Cariño, ¿estás bien?
– Estaba soñando algo.
– Espero que no fuera una pesadilla, me dice mientras me abrazas cariñosamente.
–No puedo contártelo, si lo hago no se cumple.
– Joo vas a dejarme con la duda
– Pero puedo hacer que se cumpla
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