6 meses le
bastaron para dejarme la vida patas arriba. Aunque la culpa es mía, que dejé
amigos, familia e incluso la universidad, por una relación tóxica que no me
llevaba a ninguna parte.
Ahora
desde la lejanía, creo que lo único que me mantenía unida a ese cretino eran
las increíbles sesiones de sexo que nos proporcionábamos. Por lo demás, dejaba
mucho que desear.
Después de
varios meses sufriendo por quien merece morir deshidratado, decidí tomar las
riendas de mi vida y emprender un nuevo camino.
Aprovechando
mi 25 cumpleaños, me regalé un viaje de placer para meditar, autoanalizarme y
desconectar de toda la rutina que me ahogaba. La costa norte de Brasil fue el
destino elegido.
Nada más
instalarme en la habitación del hotel, comencé a arrepentirme de haber hecho el
viaje sola. Que no pasaba por mí mejor momento, era algo que ya sabía pero
pensar en estar toda una semana sin más compañía que yo misma, me parecía
demasiado triste. El caso es que ya no había vuelta atrás, así que decidí dar
un paseo por el complejo para cotillear un poco y habituarme al que sería mi hogar durante la siguiente semana.
Los días
pasaron rápido entre excursiones, actividades, largas siestas, paseos por la
playa y algún que otro mojito. Conocí a trabajadores del hotel y otros turistas
con los que cada noche quedaba para ver los shows y bailar en la disco.
Wanda, una
de las recepcionistas del hotel, se convirtió en mi amiga y confidente; tuvimos
mucho feeling desde el primer día y largas charlas que me llevaron a contarle el motivo por el
que estaba allí.
La última
noche del viaje, Wanda me invitó a una fiesta privada que hacían los
trabajadores del hotel. Aunque estaba siendo una noche increíble, de repente me
invadió un sentimiento de nostalgia, que supongo tenía mucho que ver con que
fuera mi cumpleaños. Bueno, eso y que ya no podía contar las caipirinhas que
llevaba. Agarré un taburete y me senté a ver como los demás disfrutaban
bailando al son de una música pegajosa, pero mi ensimismamiento se vio alterado
al notar su mirada clavada en mí.
1’80 de mulato. Guapo a rabiar. Unos labios carnosos que pedían a
gritos ser besados. Llevaba una camiseta que dejaba adivinar el escultural
cuerpo que se escondía bajo esa tela 100% poliéster made in China. Dio un trago
largo a su copa, la dejó en la barra y vino directo hacia mí. Cuando le tuve
delante, sus ojos color miel me cautivaron. Dejé de escuchar la música y de ver
al resto de la gente. Se paró el tiempo. No puedo detallaros con mucha precisión la conversación que
tuvimos. Lo que sí recuerdo es que me sacó a bailar y terminó de rematarme. Me
agarró por la cintura apretándome fuerte contra él.
Nuestras caderas chocaban al ritmo de la música mientras sentía su respiración
en mi cuello. Olía tan bien que cerré los ojos para sentir ese momento más
intensamente. Cuando creía levitar, se paró y me susurró al oído: “Quero fazer
amor a noite toda”. Buscar la
traducción en google translate si es que no os imagináis lo que me dijo.
Mientras caminábamos hacía la playa, se colocó detrás de mí, me agarró
por la cintura y comenzó a morderme el lóbulo de la oreja, a besarme lentamente
por el cuello y no pude resistirme. Me di media vuelta y le besé con tanta
intensidad que casi me costaba respirar. Me agarró el culo con fuerza y me
cogió a horcajadas. Andamos así, sin parar de besarnos, hasta que llegamos a
una zona de cocoteros y entonces desenlacé mis piernas de sus caderas y comenzó
a quitarme la ropa muy despacio. Se recreaba mirando cada parte de mi cuerpo
que quedaba al descubierto, mientras yo le miraba fijamente y me mordía los
labios.
Intenté desnudarle, tocarle aquellos pectorales duros y firmes, pero
me apartó las manos hacia atrás y las
mantuvo sujetas con una de sus manos, mientras la otra me quitaba con gran maestría
el sujetador. Me miró los pechos durante unos segundos y acto seguido se
abalanzó sobre mí dándome un largo beso. Sin apenas darme tregua, me retiró las
bragas a un lado y metió sus dedos anular e índice dentro de mí. Los
movimientos circulares hacia fuera y hacía dentro que ejercía sobre mí, me
hacían estremecer tanto que sentía como
me palpitaba el corazón en el mismísimo clítoris. Entonces me soltó las manos,
se arrodilló ante mí y me separó los
muslos con delicadeza. Comenzó a recorrer con su lengua mi sexo. Me lamió con
fuerza por los labios hasta centrarse en el clítoris mientras volvía a
introducirme los dedos y a presionarlos fuerte hacia dentro. No podía estar más
cachonda. Se recreó comiéndome y saboreándome
sin descanso hasta que exploté en un
increíble orgasmo de esos que te hacen echar la cabeza hacia atrás y crees que
puedes llegar a perder el conocimiento. Mientras disfrutaba de aquel momento sublime, él sacó sus dedos de mí y se
los lamió saboreando mi orgasmo como si de un triunfo se tratara.
Apenas había conseguido recuperarme, cuando se puso en pie, desabrocho
los botones de su pantalón y bajó un poco sus bóxers. Di las gracias a Colon
por descubrir América. Que miembro, que envergadura, me enamoré de su pene ipso
facto. Titis, no habéis visto una polla tan perfecta como esa en la vida! Fue
verla y querer comérmela, y como no quería quedarme con las ganas, eso hice: Le
pedí que se tumbara y me dejara hacer. Se la agarré fuerte con mi mano mientras
subía y bajaba sin descanso; Me metí la punta en la boca mientras él jadeaba de
placer. Aún recuerdo su sabor dulzón en mi paladar sibarita. Continué
chupándole sin descanso, con más intensidad y cuando sus jadeos se hicieron
cada vez más rápidos paré. Me incorporé para besarle mientras le colocaba el
condón en su miembro erecto y firme. Me mordió el mentón a la vez que me dio un
cachete en el culo y no pude resistirme a metérmela hasta lo más profundo de mi
ser. Follamos como si el mundo fuese a terminar en unas horas. Mi cuerpo estaba
totalmente entregado al suyo y aunque llegué incluso a sentir dolor por las
fuertes embestidas, no podía ni quería parar de tenerle dentro de mí. Entonces
llegó de nuevo un orgasmo acompasado, conjunto, que nos hizo gritar a los dos;
Unos increíbles segundos de placer en los que nos miramos, nos sonreímos y nos
convertimos en un solo ser.
Durante unos minutos entró y salió de mi muy lento, suave,
recreándose, agotando los leves orgasmos que aún nos quedaban. Me besó con dulzura,
me apartó el pelo de la cara mientras sus brazos me rodearon la espalda y me
puso contra el suelo.
Me pidió que pasara la noche con él, así que nos vestimos y fuimos a
su habitación. En condiciones normales, en 3 minutos habríamos llegado pero aprovechó
cada rincón, cada esquina para besarme, abrazarme, mirarme con cariño y deseo.
Nuestras manos se entrelazaban y me susurraba al oído palabras bonitas que me
hacían derretir.
Allí estábamos: Habitación 325. Me rodeo con sus brazos mientras abría
la puerta y al cerrarla me empotró contra ella dejándome inmóvil, sin
escapatoria. Recuerdo sus besos tiernos como si fuera ayer. Sus manos
acariciando mi pelo, mis mejillas, mis pechos… Miradas de complicidad que
hablaban por si solas. Caminamos por inercia hasta el baño, donde nos
desnudamos el uno al otro con pasión y lujuria. El agua de la ducha recorría
nuestros cuerpos calientes. Besos. Sonrisas. Caricias. Su sexo buscando el mío.
Jugamos. Más besos. Salimos de aquel habitáculo húmedo y nos secamos abrazados
con la misma toalla mientras caminamos hacía el dormitorio. Le tumbé en la cama
de un empujón y me tiré sobre él. Quise mandar, imponerme, hacerle disfrutar
con mi mejor repertorio de guarradas pero el fucker que llevaba dentro,
apareció de repente para salir de la cama y empotrarme contra la pared. Me
penetró sin previo aviso mientras me agarraba del culo con una mano y con la
otra me subía los brazos por encima de mi cabeza. Me daba con fuerza,
embrutecido por el deseo de volver a correrse, mientras yo me sentía húmeda y
excitada. Dejó libres mis manos, me bajó al suelo y me puso cara a la pared
para seguir follándome de espaldas mientras me frotaba el clítoris con tanta
maestría que me temblaron las piernas. Estaba extasiada cuando llegó mi tercer orgasmo.
Mientras, sus jadeos y su respiración entrecortada en mi oído me dejaron
paralizada. Sin salir de mí me colocó a cuatro patas en la cama y me embistió
con tanta fuerza que trasladó la cama unos centímetros de su sitio y por fin
estalló de placer hasta caer rendido sobre mí.
Fue lo que yo llamo una follada de escándalo. Dormimos abrazados toda
la noche, desnudos, con el único abrigo de una sábana húmeda por nuestro sudor.
A la mañana siguiente, amanecí medio mareada, sin recordar si aquella
sesión de sexo había sido real o un sueño. Le miré mientras dormía plácidamente
y no pude evitar recorrerle a besos hasta que conseguí que despertara. Me miró
sonriente con los ojos aún medio cerrados y estuvimos un largo rato sin hablar,
sólo acariciándonos con las yemas de los dedos y ofreciéndonos nuestros besos
más dulces y tiernos. Entonces caí en la cuenta de que mi vuelo salía en unas
horas y debía marcharme a preparar la maleta para regresar a España. Supe que
lo de la noche anterior fue cierto cuando me puse a buscar mi ropa y me costó
encontrar todas las prendas tiradas por el suelo. Me vestí con prisa y sin
ganas de despedirme de él. Antes de salir por la puerta, me dio un papel con
sus datos para mantener contacto a través de Facebook. Nos abrazamos con fuerza
sabiendo que nuestra historia se acababa. Le besé por última vez y me marché
sin poder mirar atrás.
Han pasado tres meses desde que viví esta
experiencia y de nuevo estoy en el aeropuerto, esperando impaciente que el
vuelo de Joao aterrice. Si no muero
extasiada, ya os contaré cómo me ha ido.
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