Cuentos eróticos

27 de marzo de 2014

Relato: Sexo na praia


6 meses le bastaron para dejarme la vida patas arriba. Aunque la culpa es mía, que dejé amigos, familia e incluso la universidad, por una relación tóxica que no me llevaba a ninguna parte.
Ahora desde la lejanía, creo que lo único que me mantenía unida a ese cretino eran las increíbles sesiones de sexo que nos proporcionábamos. Por lo demás, dejaba mucho que desear.
Después de varios meses sufriendo por quien merece morir deshidratado, decidí tomar las riendas de mi vida y emprender un nuevo camino.
Aprovechando mi 25 cumpleaños, me regalé un viaje de placer para meditar, autoanalizarme y desconectar de toda la rutina que me ahogaba. La costa norte de Brasil fue el destino elegido.
Nada más instalarme en la habitación del hotel, comencé a arrepentirme de haber hecho el viaje sola. Que no pasaba por mí mejor momento, era algo que ya sabía pero pensar en estar toda una semana sin más compañía que yo misma, me parecía demasiado triste. El caso es que ya no había vuelta atrás, así que decidí dar un paseo por el complejo para cotillear un poco y habituarme al que sería  mi hogar durante la siguiente semana.
Los días pasaron rápido entre excursiones, actividades, largas siestas, paseos por la playa y algún que otro mojito. Conocí a trabajadores del hotel y otros turistas con los que cada noche quedaba para ver los shows y bailar en la disco.
Wanda, una de las recepcionistas del hotel, se convirtió en mi amiga y confidente; tuvimos mucho feeling desde el primer día y largas charlas  que me llevaron a contarle el motivo por el que estaba allí.
La última noche del viaje, Wanda me invitó a una fiesta privada que hacían los trabajadores del hotel. Aunque estaba siendo una noche increíble, de repente me invadió un sentimiento de nostalgia, que supongo tenía mucho que ver con que fuera mi cumpleaños. Bueno, eso y que ya no podía contar las caipirinhas que llevaba. Agarré un taburete y me senté a ver como los demás disfrutaban bailando al son de una música pegajosa, pero mi ensimismamiento se vio alterado al notar su mirada clavada en mí.
1’80 de mulato. Guapo a rabiar. Unos labios carnosos que pedían a gritos ser besados. Llevaba una camiseta que dejaba adivinar el escultural cuerpo que se escondía bajo esa tela 100% poliéster made in China. Dio un trago largo a su copa, la dejó en la barra y vino directo hacia mí. Cuando le tuve delante, sus ojos color miel me cautivaron. Dejé de escuchar la música y de ver al resto de la gente. Se paró el tiempo. No puedo detallaros  con mucha precisión la conversación que tuvimos. Lo que sí recuerdo es que me sacó a bailar y terminó de rematarme. Me agarró por la cintura apretándome fuerte contra él. Nuestras caderas chocaban al ritmo de la música mientras sentía su respiración en mi cuello. Olía tan bien que cerré los ojos para sentir ese momento más intensamente. Cuando creía levitar, se paró y me susurró al oído: “Quero fazer amor a noite toda”. Buscar la traducción en google translate si es que no os imagináis lo que me dijo.
Mientras caminábamos hacía la playa, se colocó detrás de mí, me agarró por la cintura y comenzó a morderme el lóbulo de la oreja, a besarme lentamente por el cuello y no pude resistirme. Me di media vuelta y le besé con tanta intensidad que casi me costaba respirar. Me agarró el culo con fuerza y me cogió a horcajadas. Andamos así, sin parar de besarnos, hasta que llegamos a una zona de cocoteros y entonces desenlacé mis piernas de sus caderas y comenzó a quitarme la ropa muy despacio. Se recreaba mirando cada parte de mi cuerpo que quedaba al descubierto, mientras yo le miraba fijamente y me mordía los labios. 
Intenté desnudarle, tocarle aquellos pectorales duros y firmes, pero me apartó las manos hacia atrás y  las mantuvo sujetas con una de sus manos, mientras la otra me quitaba con gran maestría el sujetador. Me miró los pechos durante unos segundos y acto seguido se abalanzó sobre mí dándome un largo beso. Sin apenas darme tregua, me retiró las bragas a un lado y metió sus dedos anular e índice dentro de mí. Los movimientos circulares hacia fuera y hacía dentro que ejercía sobre mí, me hacían estremecer  tanto que sentía como me palpitaba el corazón en el mismísimo clítoris. Entonces me soltó las manos, se arrodilló ante mí y  me separó los muslos con delicadeza. Comenzó a recorrer con su lengua mi sexo. Me lamió con fuerza por los labios hasta centrarse en el clítoris mientras volvía a introducirme los dedos y a presionarlos fuerte hacia dentro. No podía estar más cachonda.  Se recreó comiéndome y saboreándome sin descanso hasta que  exploté en un increíble orgasmo de esos que te hacen echar la cabeza hacia atrás y crees que puedes llegar a perder el conocimiento. Mientras disfrutaba de aquel  momento sublime, él sacó sus dedos de mí y se los lamió saboreando mi orgasmo como si de un triunfo se tratara.
Apenas había conseguido recuperarme, cuando se puso en pie, desabrocho los botones de su pantalón y bajó un poco sus bóxers. Di las gracias a Colon por descubrir América. Que miembro, que envergadura, me enamoré de su pene ipso facto. Titis, no habéis visto una polla tan perfecta como esa en la vida! Fue verla y querer comérmela, y como no quería quedarme con las ganas, eso hice: Le pedí que se tumbara y me dejara hacer. Se la agarré fuerte con mi mano mientras subía y bajaba sin descanso; Me metí la punta en la boca mientras él jadeaba de placer. Aún recuerdo su sabor dulzón en mi paladar sibarita. Continué chupándole sin descanso, con más intensidad y cuando sus jadeos se hicieron cada vez más rápidos paré. Me incorporé para besarle mientras le colocaba el condón en su miembro erecto y firme. Me mordió el mentón a la vez que me dio un cachete en el culo y no pude resistirme a metérmela hasta lo más profundo de mi ser. Follamos como si el mundo fuese a terminar en unas horas. Mi cuerpo estaba totalmente entregado al suyo y aunque llegué incluso a sentir dolor por las fuertes embestidas, no podía ni quería parar de tenerle dentro de mí. Entonces llegó de nuevo un orgasmo acompasado, conjunto, que nos hizo gritar a los dos; Unos increíbles segundos de placer en los que nos miramos, nos sonreímos y nos convertimos en un solo ser.
Durante unos minutos entró y salió de mi muy lento, suave, recreándose, agotando los leves orgasmos que aún nos quedaban. Me besó con dulzura, me apartó el pelo de la cara mientras sus brazos me rodearon la espalda y me puso contra el suelo.
Me pidió que pasara la noche con él, así que nos vestimos y fuimos a su habitación. En condiciones normales, en 3 minutos habríamos llegado pero aprovechó cada rincón, cada esquina para besarme, abrazarme, mirarme con cariño y deseo. Nuestras manos se entrelazaban y me susurraba al oído palabras bonitas que me hacían derretir.
Allí estábamos: Habitación 325. Me rodeo con sus brazos mientras abría la puerta y al cerrarla me empotró contra ella dejándome inmóvil, sin escapatoria. Recuerdo sus besos tiernos como si fuera ayer. Sus manos acariciando mi pelo, mis mejillas, mis pechos… Miradas de complicidad que hablaban por si solas. Caminamos por inercia hasta el baño, donde nos desnudamos el uno al otro con pasión y lujuria. El agua de la ducha recorría nuestros cuerpos calientes. Besos. Sonrisas. Caricias. Su sexo buscando el mío. Jugamos. Más besos. Salimos de aquel habitáculo húmedo y nos secamos abrazados con la misma toalla mientras caminamos hacía el dormitorio. Le tumbé en la cama de un empujón y me tiré sobre él. Quise mandar, imponerme, hacerle disfrutar con mi mejor repertorio de guarradas pero el fucker que llevaba dentro, apareció de repente para salir de la cama y empotrarme contra la pared. Me penetró sin previo aviso mientras me agarraba del culo con una mano y con la otra me subía los brazos por encima de mi cabeza. Me daba con fuerza, embrutecido por el deseo de volver a correrse, mientras yo me sentía húmeda y excitada. Dejó libres mis manos, me bajó al suelo y me puso cara a la pared para seguir follándome de espaldas mientras me frotaba el clítoris con tanta maestría que me temblaron las piernas. Estaba extasiada cuando llegó mi tercer orgasmo. Mientras, sus jadeos y su respiración entrecortada en mi oído me dejaron paralizada. Sin salir de mí me colocó a cuatro patas en la cama y me embistió con tanta fuerza que trasladó la cama unos centímetros de su sitio y por fin estalló de placer hasta caer rendido sobre mí.
Fue lo que yo llamo una follada de escándalo. Dormimos abrazados toda la noche, desnudos, con el único abrigo de una sábana húmeda por nuestro sudor.
A la mañana siguiente, amanecí medio mareada, sin recordar si aquella sesión de sexo había sido real o un sueño. Le miré mientras dormía plácidamente y no pude evitar recorrerle a besos hasta que conseguí que despertara. Me miró sonriente con los ojos aún medio cerrados y estuvimos un largo rato sin hablar, sólo acariciándonos con las yemas de los dedos y ofreciéndonos nuestros besos más dulces y tiernos. Entonces caí en la cuenta de que mi vuelo salía en unas horas y debía marcharme a preparar la maleta para regresar a España. Supe que lo de la noche anterior fue cierto cuando me puse a buscar mi ropa y me costó encontrar todas las prendas tiradas por el suelo. Me vestí con prisa y sin ganas de despedirme de él. Antes de salir por la puerta, me dio un papel con sus datos para mantener contacto a través de Facebook. Nos abrazamos con fuerza sabiendo que nuestra historia se acababa. Le besé por última vez y me marché sin poder mirar atrás.
 
Han pasado tres meses desde que viví esta experiencia y de nuevo estoy en el aeropuerto, esperando impaciente que el vuelo de Joao aterrice.  Si no muero extasiada, ya os contaré cómo me ha ido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario